

19/06/18
La sostenibilidad del cambio y la innovación en las organizaciones requiere de nuevas formas de liderar, basadas en la serenidad, la humildad, la consciencia plena y el ejemplo.
El nuevo modelo de líder necesita aislarse de ruidos, de interpretaciones, de contaminaciones informativas. La distracción más poderosa de un líder no es el ruido que viene del entorno, sino el que proviene de la confusión de su propia mente.
Un líder que huye de la multitarea, que se concentra y está totalmente presente y consciente del momento en el que está, un líder que cultiva la atención plena, una habilidad que es el motor oculto de la excelencia. Prestar atención implica desarrollar 3 capacidades:
1 - CONCENTRACION: prestar atención a lo que está aquí y ahora, ignorando lo que se encuentra más allá, en el pasado o en el futuro.
2 - PRESENCIA ABIERTA: estar plenamente presente y atento a la persona que está en frente nuestro en cada momento.
3 - ASOCIACION LIBRE: capacidad para dejar viajar nuestra mente a donde quiera, que se convierta en una nómada, una viajera errante, una peregrina que busca, contempla y absorbe, para alimentar el pozo del que luego beberá nuestra creatividad.
Un buen líder sabe pasearse por estos tres escenarios de la atención, actuando en cada momento para la situación en la que esta, que tiene que resolver o manejar. La concentración nos permite fluir y dar el máximo rendimiento en la tarea que estamos llevando a cabo. Nos permite también filtrar información y así evitar distracciones en el equipo, confusión o sobrecarga de información.
La presencia abierta es el alma de la escucha activa. Escuchar es, junto con observar, la mayor fuente de obtención de información para un líder. El líder que habla más que escucha pierde información, pierde conexión con las personas, se desfocaliza de lo verdaderamente importante para el liderazgo. Al escuchar activamente y acompañar con nuestra presencia a los demás, estamos transmitiendo nuestro aprecio hacia ellos, estamos diciéndoles que nos interesa lo que dice, que nos importa cómo se sienten. Esta actitud del líder satisface uno de los instintos básicos que tenemos las personas: el sentido de pertenencia y vinculación, de sentirnos apoyados, apreciados, atendidos.
Un líder silencioso sabe gestionar las emociones y el estrés, poniéndolos a trabajar a su servicio, para potenciar el pensamiento estratégico, la creatividad y la capacidad de análisis, tres piezas fundamentales para tomar decisiones acertadas y obtener resultados excelentes. Una buena gestión emocional requiere autoconciencia, autogestión, conciencia social y gestionar las relaciones interpersonales.
Autoconciencia para saber lo que nos motiva, como nos sentimos en cada momento y como nos afecta en nuestro comportamiento.
Autogestión para saber manejar el estrés, la ansiedad y otros estados emocionales que afectan a nuestra capacidad de pensar con claridad. Y para gestionar nuestra energía en todo lo que nos involucramos.
Conciencia social o empatía para comprender el punto de vista de los demás, de percibir como se sienten y mostrar una preocupación adecuada a la situación. Y para saber cuándo apoyar y cuando retar a nuestros colaboradores.
Gestión de las relaciones para saber negociar, mediar en conflictos, lograr soluciones satisfactorias para todas las partes, para cooperar y trabajar en equipo.
En definitiva, la gestión emocional del líder es la base sobre la que se construye la salud emocional de toda la organización. El líder debe ser consciente de que sus estados de ánimo y su comportamiento afectan a los estados cerebrales de las personas que le rodean. Para ello debe estar siempre atento a sus emociones y las de los demás, y aplicar en cada momento los 6 pasos que son fundamentales para gestionarlas adecuadamente.